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miércoles, 28 de abril de 2010

Siguen ahí

por Arlen Pimentel

Foto: Arlen Pimentel















Trabajaron cinco, 10, 15, 20 años. Algunos sólo cuatro meses. En estos días su principal ocupación es lidiar con los intensos rayos de sol que cubren por completo el Zócalo capitalino a mediodía. Cubiertas de plástico, mantas, carpas y baños móviles ayudan a sobrellevar el paro forzoso.

Llegaron a las 12 del día el domingo 25 y desde entonces ocupan una cuarta parte de la plaza. Algunos platican en círculos, hacen guardia en la carpa principal, arman nuevas carpas, otros más juegan dominó; la mayoría sencillamente están sentados, horas y horas, con el frío, bajo el sol, bajo una larga espera.

Tras el campamento -dentro del mismo Zócalo- asoma una enorme construcción, un museo temporal que ahora nadie visita, porque ya lo están quitando. Las altas estructuras metálicas resaltan entre las casas improvisadas de plástico y cartón. Una docena de trabajadores y un guardia de seguridad pueblan la construcción temporal.

La bandera de México queda a la mitad, como si fuera una línea divisoria. De un lado el museo en deconstrucción, del otro lado el SME en su lucha. Las mantas revelan las identidades: Grupo de Secretarias, Líneas Aéreas, Agencia Tulyehualco, Manto eléctrico, Medidores prueba.


Foto: Arlen Pimentel

Es la segunda vez que están aquí. La primera fue poco después del fatídico anuncio: la desaparición de su fuente de trabajo, de Luz y Fuerza del Centro. En estos siete meses han hecho casi de todo: marchas, plantones, cierres de carreteras, asambleas, mítines. Regresan porque les faltó algo: la huelga de hambre.

Junto a la salida del metro está la carpa grande, blanca, cuadrada, de 10 por 10 metros. En ella 30 electricistas mantienen por voluntad propia sus estómagos vacíos. Igual número de catres soportan sus cuerpos todavía fuertes. Escuchan a una psicóloga, quien les ayuda a no perder la moral.

- Aquí existe una hermandad –dice Emanuel Muñoz, de la comisión de apoyo-, nunca dejamos solo a un compañero, siempre está rodeado.

Es uno de los smeítas que resguardan el espacio de los huelguistas. Después de tres años en la lista logró entrar a la empresa, pero sólo trabajó cuatro meses porque liquidaron la empresa.

Foto: Arlen Pimentel

Hay muchos trabajadores en el plantón; pero el ambiente es muy tranquilo. No hay algarabía pero tampoco hay depresión. Es como un estado de insomnio. Es como un atolladero, ni para atrás ni para adelante, un reflejo del conflicto. La diferencia es que ahora hay vidas en riesgo.

Empezaron con 10 voluntarios y cada día a partir de las 10 de la mañana –previa conferencia de prensa- aumentan otros 10. Nadie levanta la huelga de hambre “hasta que el gobierno solucione y restablezca el estado de derecho”, dice Emanuel.

De pronto la gente despabila. Chiflidos, gritos, miradas de odio. Es porque una camioneta de la policía federal pasa frente al campamento. Los uniformados parados sobre la cajuela, con las armas en alto, evitan las miradas.

- ¡Pinches putos! – gritan los ex trabajadores- ¡No tienen güevos!

La rabia le da vida a la gente. Por un megáfono una señora grita consignas contra Calderón. La inconformidad con el mandatario es evidente. En una de las pequeñas carpas cuelga una fotografía de él con un bigote estilo Hitler y una suástica en lugar de la banda tricolor.


foto: Arlen Pimentel

En otra instalación hay cartulinas con leyendas que rezan: “Aquí no es asilo para liquidados”. En otras “¡Fuera Calderón!” junto con el llamado a una consulta nacional para el 22 y 23 de mayo para decidir si el ejecutivo se va o se queda.
También están presentes los puestos ambulantes, pero de los mismos electricistas. Paletas de tres y cinco pesos, aguas a seis y cocas en lata a siete 50. De algo hay que sobrevivir.

Los electricistas siguen ahí, en su lucha. Buscan nuevas formas para presionar y recuperar su trabajo. 17 mil siguen en pie, según el Sindicato. Los que no se liquidaron, los que siguen necios, o cómo dice Emanuel: “los que nos subimos a un tren, del que no nos vamos a bajar hasta que llegue a la estación”.

miércoles, 31 de marzo de 2010

Francisco no acepta derrota




por Arlen Pimentel

Sobrevivir seis meses con un salario mínimo diario no asombra en estos tiempos, la mitad de los mexicanos lo hace. Estar en edad escolar y no ir a la escuela tampoco causa revuelo, la mitad de los niños y jóvenes del país no lo hacen. Pero vivir por medio año de “chambitas” y la solidaridad de la gente e intentar sostener los estudios de los hijos es tarea aún más difícil.

Es el caso de Francisco Carrillo Ángel ex trabajador de Luz y Fuerza del Centro, desde octubre está en plantón junto con otros seis compañeros en instalaciones de la empresa sobre Avenida Juárez. Tiene una hija en primero de secundaria: “Espero en Dios que esto se arregle, su mama y yo le estamos echando ganas para que siga yendo a la escuela”.

Se llama Sandra y tiene 14 años, es la menor de tres hijos, la única que sigue estudiando. Sus padres tienen que gastar hasta 75 pesos diarios para que ella pueda continuar sus estudios: “Es porque subieron los pasajes, lo de la comida y aparte las cosas que le piden”.

Las cosas eran mejor antes, pero sólo un poco: “Yo era de intendencia. Trabajé 19 años con cuatro meses y ganaba 148 pesos diarios. Ahorita sobrevivimos con el apoyo de los compañeros jubilados, ellos nos echan la mano y nosotros vamos viendo de dónde se puede”.

- ¿Y su hija quiere seguir estudiando?


- No si no es de que quiera, es que tiene que seguir estudiando. Aunque ya ve que aunque se tenga carrera no se asegura nada, los que son profesionistas también andan aquí pidiendo ayuda.


- ¿Y cómo le va a hacer para sostener sus estudios?


- Ahora sí que por ahora con el apoyo del Sindicato. Los que seguimos en la lucha no hemos liquidado. Yo no lo he hecho ni pienso hacerlo, porque la materia de trabajo aún sigue, estamos luchando para que nos regresen el trabajo.

Francisco habla con las manos metidas en la mezclilla de su pantalón. A su lado un puesto improvisado con artículos de venta y una televisión de 27 pulgadas en el que se exhibe todo el día un documental llamado “Y se hizo la luz”, la versión de los ex trabajadores acerca del conflicto entre el Gobierno Federal y el Sindicato Mexicano de Electricistas, SME.

En la mesa, larga, también hay volantes, discos con información, periódicos del SME y un gran bote de cartón, para las monedas.

Al lado de la mesa hay una cocinita improvisada, varios compañeros se echan un taco de huevo y después regresan a sus labores: un “bolero eléctrico”, como una hoja de papel lo indica, que saca brillo a los zapatos, otro que pone nombres y figuritas en botellitas con arroz y otro que vende tortas.

“Ahorita salgo cada día con 50, 60 o 100 pesos –dice Francisco-, varía mucho, pero es nomás para los pasajes. Saliendo de aquí nos repartimos lo que sale y lo del bote, entre siete familias”. Frente a él pasan los transeúntes y de vez en vez compran papitas, agua embotellada, manualidades hechas por las esposas de los plantonistas o simplemente echan unas monedas solidarias al bote.

No ve seguridad en su futuro, pero se siente optimista, un poco a fuerza, como si no quedara de otra que pensar positivo. Tiene otros dos hijos grandes, pero uno está casado y “tiene que ocuparse de su propia familia” y el otro “sí trabaja, pero lo que gana es sólo para él”.

“Yo no sé qué piensa el gobierno –cuenta atribulado- ahora dice que Luz y Fuerza ya no existe, pero es mentira, porque todavía existe la materia de trabajo. Tenemos que regresar, aparte de que por pertenecer a la empresa no nos dan trabajo”.

Según el INEGI, las mayores tasas de deserción escolar son del nivel secundario -el mismo donde está Sandra-, las principales razones son económicas, o sus padres no tienen lo suficiente o tienen que entrar a trabajar o las dos al mismo tiempo. Sandra está en ésa línea que divide los dos lados.

- ¿Y no ha pensado en conseguir otro trabajo? – se le pregunta a Francisco-.


- No te lo dan, con decir que perteneciste a Luz y Fuerza ya no te dan trabajo. Me imagino que hasta estamos boletinados… pues es la verdad. Ni siquiera CFE está contratando, eso es lo que dice la televisión, pero la realidad nos dice que no es cierto. También en los medios dicen que muchos compañeros se han liquidado, pero tampoco es cierto.

Francisco no acepta derrota. No tiene dinero seguro y su familia, como otras miles de familias smeítas, vive temporalmente a la deriva, pero tiene confianza en que ellos, los ex trabajadores, tienen la razón y por tanto tienen que recuperar su trabajo.

Cuando se le pregunta si tiene algún plan alterno para sostener los gastos del cambio de ciclo escolar de su hija, se queda extrañado, realmente no piensa que su situación va a seguir igual hasta ése entonces.

“Yo espero en Dios que antes de que termine el ciclo escolar se resuelva a nuestro favor la demanda y que por fin nos devuelvan nuestro trabajo”.